lunes, 25 de enero de 2010

ANÁLISIS DE UNA FOTOGRAFÍA


La imagen que quiero analizar fue publicada el 3 de noviembre de 2009 en El País con motivo del juicio a Reynaldo Bignone por los delitos de secuestros, torturas y desapariciones. Bignone es el último dictador de Argentina y el juicio celebrado en San Martín, un suburbio del noroeste de Buenos Aires, es el segundo en el que se fallará sobre los crímenes cometidos en los centros de detención clandestina que operaban en el regimiento de Campo de Mayo y por donde pasaron 5.500 personas.

Comenzando por la lectura denotativa, lo que más llama la atención de esta fotografía son los grandes carteles con la imagen de las personas fallecidas. Son en blanco y negro y también tienen algo escrito, pero no llega a ser legible. Sin embargo, las caras de las personas sí son perfectamente visibles, tanto la que está en el centro como las que tiene a ambos lados. Sin duda, toda la atención recae en estos carteles. También hay que destacar en la fotografía todas las personas que están allí reunidas. Los que se encuentran en primer plano están enfocadas, pero conforme se alejan de la cámara tanto los carteles como las personas se van viendo cada vez más desenfocados.

En cuanto a la lectura connotativa, el fotógrafo ha querido destacar sobre todo las caras que aparecen en los carteles. Ha elegido un plano en el que salen varios de estos carteles y en los que se puede apreciar la juventud de esas personas y la sonrisa de alguno de ellos, que se contrapone con la avanzada edad y las caras de tristeza de los familiares que allí se reúnen.

El pie de foto dice: Familiares de desaparecidos durante la dictadura argentina aguardan a las afueras del tribunal donde se juzga a Reynaldo Bignone. En mi opinión la fotografía hace más hincapié en la protesta de los familiares que en los aspectos técnicos del juicio del dictador. Con esta imagen a los lectores se nos muestra reflejado en las caras de las personas que allí esperan, el sufrimiento y dolor que han pasado y que aun pasan. También se puede apreciar cierta resignación en sus rostros y es que, aunque declaren culpable al octogenario dictador, nadie les va a devolver a las personas que portan en sus carteles.

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